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domingo, 10 de julio de 2022

El mundo griego antiguo: línea del tiempo & mapa conceptual

Historia Antigua Grecia


Para un estudio general y sintetizado de la antigüedad helénica, sírvanse de esta línea temporal con algunos apuntes de repaso asignados cronológicamente a las etapas respectivas. 



lunes, 1 de marzo de 2021

El Decreto de Unificación de 1937: dominar a los hotros.

 



Llegada la guerra a punto muy avanzado y próxima la hora victoriosa, urge ya acometer la gran tarea de la paz, cristalizando en el Estado nuevo el pensamiento y el estilo de nuestra Revolución nacional. Unidos por un pensamiento y una disciplina común, los españoles todos han de ocupar su puesto en la gran tarea. Esta unificación [...] precisa tener en cuenta que [...] Falange Española y Requetés han sido los dos exponentes auténticos del espíritu del alzamiento nacional iniciado por nuestro glorioso Ejército el diecisiete de julio. Como en otros países de régimen totalitario, la fuerza tradicional viene ahora en España a integrarse en la fuerza nueva. Falange Española aportó con su programa las masas juveniles [...] los Requetés (aportaron), junto a su ímpetu guerrero, el sagrado depósito de la tradición española [...].

 

Por todo lo expuesto, DISPONGO:

Artículo 1. º. Falange Española y Requetés, con sus actuales servicios y elementos, se integran bajo Mi Jefatura, en una sola entidad política de carácter nacional, que de momento se denominará Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Esta organización, intermedia entre la Sociedad y el Estado, tiene la misión principal de comunicar al Estado el aliento del pueblo y de llevar a este el pensamiento de aquel a través de las virtudes político-morales, de servicio, jerarquía y hermandad [...] Quedan disueltas las demás organizaciones y partidos políticos.

 Artículo 2. º. Serán órganos rectores de la nueva entidad política nacional el Jefe del Estado, un Secretariado o Junta Política y el Consejo Nacional.

Artículo 3. º. Quedan fundidas en una sola Milicia Nacional las de Falange Española y de Requetés, conservando sus emblemas y signos exteriores [...] La Milicia Nacional es auxiliar del Ejército. El Jefe del Estado es Jefe Supremo de la Milicia.

 

Dado en Salamanca a diecinueve de abril de mil novecientos treinta y siete.

Francisco Franco



Se trata de un escrito legislativo que contiene un decreto firmado con fecha 19 de abril de 1937, emitido por el Jefe de Estado en aquel momento: Francisco Franco.

El decreto de unificación fue emitido en el contexto de la Guerra Civil española, concretamente, en el segundo año de contienda. El balance estratégico del bando nacional es ya favorable en cuanto al avance de las tropas sublevadas por el territorio nacional y la inestabilidad política interna del Frente Popular. A las dificultades del Gobierno de la República para conformar un ejército popular, se unieron las disensiones del resto de partidos políticos, asociaciones y movimientos que conformaban el Frente Popular: PSOE, PC, CNT, UGT, POUM, etc. 

Las organizaciones a las que refiere el decreto son: Falange JONS y los requetés o carlistas. Falange Española de las JONS pertenecía a un movimiento nacionalsindicalista creado por José Antonio Primo de Rivera hijo de Miguel Primo de Rivera, dictador en la década de los 20´s con Alfonso XIII—, y su fusión con las JONS, de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma, ambos fusilados en la guerra, y muy vinculado ideológicamente al fascismo de Mussolini. El partido de Falange-JONS tuvo poca representación parlamentaria antes del estallido bélico, pero su ideario era masivamente representado por las clases estudiantiles juveniles, engrosando en las filas del ejército sublevado a miles de jóvenes falangistas.
El carlismo, por su parte, era un movimiento católico, monárquico y tradicionalista con fuerte presencia en Navarra y País Vasco; aportaron al ejército del bando nacional miles de combatientes alistados por fervor a su tradición católica y monárquica, valores muy comprometidos durante la II República.
 

El destino del escrito cuyo objetivo es anunciar un decretoes la «España sublevada», es decir, las partes del territorio nacional que ya habían sido doblegadas por el ejército sublevado, de cuyo mando era general en jefe Francisco Franco. Es difundido mediante los canales de propaganda habituales en las zonas ocupadas y controladas por cada bando, pues la propaganda era utilizada por ambas facciones. 

Los propósitos del decreto fueron proporcionar un mando único al movimiento político afín al bando nacional y eliminar conflictos ideológicos entre falangistas y carlistas, como sucedía en el bando frente-populista. En el sentido propagandístico, el decreto debería cumplir con una función enaltecedora de la causa franquista, así como de imagen, pues se proyectaba la idea del levantamiento de julio de 1936 como la de una causa común y nacional inspirada del sentimiento de cruzada cristiana que tanto anhelaba el tradicionalismo conservador de la época.




El decreto de unificación de Falange y los requetés obedece a una cuestión de organización político-militar orquestada por Franco para controlar a las dos facciones civiles que componían el movimiento de sublevación contra la República. También sirvió un revés propagandístico en la función de exponer la sublevación como un cuerpo absoluto constituido por una masa social cohesionada y afín a los valores tradicionalistas, católicos y nacionalistas del propio bando franquista.

De los falangistas, el escrito alude a «masas juveniles». Las masas juveniles a que refiere Franco en el texto, son los miles de jóvenes estudiantes que han quedado huérfanos y enfervorecidos como consecuencia del asesinato y martirio de su líder; José Antonio Primo de Rivera, y enaltecido por el propio Franco con el propósito de ensamblar ideológicamente la incorporación falangista a su propia causa franquista .

De los requetés se ensalza su arraigo católico y su numeroso aporte bélico. Los carlistas, monárquicos, se opusieron en gran medida al levantamiento del 36 debido a la naturaleza republicana de los mandos sublevados, haciendo incluso fracasar el golpe en lugares como Barcelona. Con las negociaciones de Mola en Pamplona llegaría el entendimiento con los carlistas, por lo que sí participarían en la sublevación, aportando una gran cantidad de efectivos militares al ejército de Franco.

El decreto de Franco, en mi opinión, pretende unificar dichas fuerzas bajo su propio mando. También en la cuestión política. Si falangistas —algunos ateos, republicanos— y carlistas hubieran de encontrar motivos ideológicos para producirse disensiones o conflictos entre ellos, Franco aniquiló esa posibilidad mediante una heterogenización franquista de ambos movimientos.

Al margen de la transcendental confrontación interna exhibida por el Frente Popular, en el bando dirigido por Franco también existieron pequeños conatos de disensión entre los aliados del ejército sublevado; entre los requetés y los falangistas. Una cuestión fácilmente aplacada mediante el ordenamiento militar, del cual Franco estaba capacitado gracias al decreto emitido.

El decreto concluye con varias disposiciones en artículos enumerados que informan de la organización de la entidad, y en el otro, de la configuración de los rangos y emblemas concernientes al cuerpo militar emergente de la fusión entre las milicias falangistas y carlistas.


Los particularismos españoles, las tradiciones católica y monárquica junto con el auge de los ideales del fascismo y el bolchevismo germinaron el origen de la Guerra Civil.

Las causas que dieron origen a la Guerra Civil fueron consecuencias de la inestabilidad política en la II República y la polarización social del país. Inmediatamente después de proclamarse la II República tras la huida de Alfonso XIII, se desarrollan una serie de medidas y planes para solucionar o mejorar estructuralmente España: planes militares, leyes agrarias, educativas, medidas territoriales —Estatuto catalán— , etc. Todas fracasan.

En 1933, durante la II República ganan las derechas de la CEDA y en 1934 se produce la insurrección de Asturias. Pues bien, los promotores fueron, entre otros, los socialistas Largo Caballero e Indalecio Prieto, y la insurrección aplacada ferozmente por un Ejército dirigido por Francisco Franco. Antes se produjeron los sucesos de Casas Viejas con enfrentamientos entre la Guardia Civil, Guardia de Asalto y anarcosindicalistas. Y desde el año 1931 ya se estaban produciendo huelgas, revueltas violentas e incidentes anticlericales, como la quema de conventos y el asesinato de clérigos. La revolución rusa de 1917 y el marxismo habían permeado en el sindicalismo español y se veía reflejado en partidos como la CNT o la UGT socialista, mayoritariamente en el norte peninsular y en Andalucía donde el sector agrario y el proletariado industrial o minero, castigado por las desfavorables condiciones de clase, fueron susceptibles de implicarse en el ideal revolucionario. La «otra» España era la compuesta por católicos, monárquicos y militares. Burguesía e intelectuales influidos por el fascismo italiano o el nacionalsocialismo alemán. O simplemente católicos de ámbitos rurales y tradicionalistas descontentos con el devenir de la II República.

En los prolegómenos de la sublevación militar del 18 de julio, es asesinado por falangistas el teniente Castillo, instructor de las milicias socialistas. Esa misma noche es secuestrado en su domicilio y asesinado el líder conservador de la oposición, Calvo Sotelo.

Tras la sublevación militar y el estallido de la guerra, se consolidan los dos frentes que venían protagonizando la polarización de la nación. Hunos, hacia el lado republicano: los partidos políticos y organizaciones del Frente Popular, la Armada y algunos militares leales a la República. Un frente que recibiría el apoyo —y control— de Stalin y la Unión Soviética.
El hotro bando lo conformaría la gran mayoría del ejército profesional, incluida la élite del ejército en el norte de África, los sectores conservadores de la sociedad y el apoyo de Alemania e Italia. 

En definitiva, no hubo forma de repeler la fratricida y cruel barbarie, ni de frenar la devastación y el exterminio del adversario. De aquel aciago pasado fue causa la herencia de las remotas discordias, pues eran patrimonio: envidias, abusos, analfabetismo, fanatismo religioso y la fortuna que una vez iluminó la Tierra de Conejos al sur de la Galia; dilapidada por hunos y negada sistemáticamente a los hotros. Precisamente fue aquel rencor enquistado de las clases sociales un caladero para que Stalin, Hitler, Mussolini y el propio Franco apenas tuvieran que acaudillar sus propósitos radicales y dárselo de alimento a esa España embriagada de tanto odio.

martes, 16 de febrero de 2021

El mito del perro alano.


«Este tal Nicolás me enseñaba a mí y a otros cachorros a que, en compañía de alanos viejos, arremetiésemos a los toros y les hiciésemos presa de las orejas...»

                  — Miguel de Cervantes .Novelas ejemplares, El coloquio de los perros.




En la génesis del siglo XXI, el destino decidió revelarme, oculta y olvidada, la prodigiosa historia de una casta de perros legendarios que en la antigüedad señoreaban las nobles artes de la caza, la guerra o la tauromaquia. Eran animales procedentes de una Iberia ancestral, de orígenes tan primitivos como las radiantes yeguadas marismeñas de al-Ándalus o nuestro indómito toro de lidia.

Como decía, quiso el antojadizo destino, que descubriera al mítico cánido en una afortunada visita al veterinario. Una recomendación, invencible, sentenció que fuera un alano el próximo perro en nuestras vidas. Ya fuera por intuición o tal vez por designio deontológico de la eminencia que regentaba la clínica y que durante tantos años obró verdaderos milagros con nuestros animalillos. Aún recuerdo que desde la temprana época en la que yo era un caballerete narcotizado por la historia y las gestas de Homero o Jenofonte, precisaba nutrir la imaginación de lances y aventuras en cada escapada de la fastidiosa monotonía; y mi tierna mirada lo contemplaba como al sanador de bestias, un auténtico albéitar de antaño medieval. Se llamaba José Luis Pazos.

Sin saber cómo, y sin haber imaginado nunca antes que pudiera estar preparando la adquisición de un perro de presa, comencé un esmerado trabajo de documentación y aprendizaje, entablando amistades del mundillo y preparando, como mejor sabía y podía, la llegada de un hipotético agarrador atávico de reses. Antes de forjar la alianza con mi primer alano de carne y hueso, conocía de boca de Pazos, algunos detalles que sosegaron mi agitada cabeza, rebosante de inquietud ante la mala fama de los perros de presa, que para más remate, al tratarse de un apresador de caza, se me describía en la mente como una suerte de Cancerbero devorador de jabalíes, y me preguntaba si el animal no sería irreparablemente fiero e indomable para mí. Memoricé como un mantra ciertas palabras del veterinario: «El alano es un perro rústico, equilibrado y libre de enfermedades congénitas». Tan considerable era la confianza hacia el veterinario y holgada la devoción de sus entregados amigos de dos y cuatro patas, que no dudé un segundo en embarcarme en tamaño compromiso. 

Era inmensa la fama de sus perros y escasos los ejemplares, así que anduve varios meses con la incertidumbre de estar ascendiendo en una sofocante e interminable lista de espera. Joaquín Cárdenas, golondrino encartado, viajero infatigable y afectuoso tutor; fue el alanero aconsejado por José Luis Pazos. De leyenda a leyenda; con sus luces, iluminaron con transcendente erudición mis primeros pasos en el manejo de los alanos. Y así fue como desde el principio, gracias a ellos, advertí que no sólo era un perro, sino que era el «rey de los perros».

El estudio del mito, bien encaminado gracias a valiosas pistas depositadas en las conversaciones con mis amigos, reveló una fascinante sucesión de huellas históricas. Los perros alanos comparecían en el arte y la literatura con presencia hegemónica en conocidos textos y pinturas de carácter cinegético de la Baja Edad Media, para en siglos posteriores, protagonizar abundantes participaciones en la vida cotidiana y popular del siglo XIX. Hasta la desaparición oficial de la raza poco antes de la Guerra Civil, como más adelante explicaré.

Empecemos por su propio nombre; alano, ¿de dónde proviene?. Sin ninguna duda del bárbaro pueblo alano, que junto a suevos y vándalos, cruzaron los Pirineos en el siglo V con el propósito de ocupar la Diocesis Hispaniarum del Bajo Imperio Romano(1). Los alanos eran una confederación de pueblos esteparios y nómadas. De los bárbaros anteriormente citados, el pueblo alano era el único de raíces no germánicas, y geográficamente, el más oriental en la frontera euroasiática. La ubicación original del pueblo alano es referida por el historiador romano Amiano Marcelino y descrito en un lugar en medio de las grandes planicies y «soledades» de Scythia, en el país de los sármatas. Los alanos eran una confederación de pueblos de organización tribal y con una acentuada exaltación guerrera de cuya actividad quedaba exenta por completo la agricultura. Sin embargo, conducían grandes rebaños vacunos por las estepas y eran afamados criadores de caballos, a los que adoraban y enaltecían con atuendos, panoplias y el acicalado de colas y crines. Es célebre el amado caballo alano de nombre Borísthenes, que montaba el mismísimo emperador baético Adriano, siempre tras los jabalíes y venados en sus adoradas cacerías. Al igual que Adriano, las tribus alanas también adoraban la caza, actividad que proporcionaba alimento y adiestraba su instinto beligerante. La ganadería, la caza y la guerra confeccionaron al perro que siempre acompañaba y auxiliaba a esos humanos de las estepas euroasiáticas.

El mundo griego antiguo: línea del tiempo & mapa conceptual

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